Repaso los rincones antes de acostarme… Nada en la cocina. Nada en el sofá. Tampoco hay nada en la silla de espaldas al ventanal. El baño está vacío. Y en el salón no hay zapatos. Ni siquiera la mesa de la televisión se parece a Suárez. No hay miguitas de pan, ni en casa, ni en el camino que viene a ella (para no perderse). El salón huele a Marlboro y tampoco queda una pizca de olor; ese olor de los que no son de este mundo. De repente, el sofá parece un campo de fútbol y mi casa Buckingham Palace. De camino a la cama repaso mentalmente… "Ceniceros limpios, cojines en pico…". Me aseguro de que el aparato de la música está en el salón. Cojo la botella de agua, la lleno y la meto en la nevera (que no cuesta nada). Apago la vela; la misma que me ha estado acompañando toda la noche. Me lavo los dientes, la cara y las manos. Me acerco las manos a la cara y respiro profundamente buscando un recuerdo. Tapio la ventana de mi cuarto, que no sea el sol quien me de los buenos días. Enciendo el mundo y encaro los botes de crema para que me custodien mientras duermo. Deshago la impoluta cama y me meto en ella. El silencio lo envuelve todo. No hay un solo ruido. Y es justo en ese momento cuando todas mis sospechas se convierten en certezas. Ya sé por qué me tumbé en el sofá y me quedé dormida. Por qué al levantarme me puse a trabajar. Por qué…, encendí la vela cuando aún había luz y por qué me empeñé, después de llevar cerca de 25 años queriendo hacerlo, en entretener mi mente viendo 'Cinema Paradiso'. Ya entiendo todo. Entiendo que al tumbarme en el sofá y no mirar fijamente a nada, se me cerraron los ojos. Que el silencio me abofeteo para despejarme y ponerme a trabajar. Que la luz del atardecer no era suficiente compañía y encendí una vela. Y que por un momento pensé que hacer algo que quería hacer desde hacía más de 20 años desviaría de mi cabeza esa falta de ruido… Pero no, no ha sido así… Y me he dado cuenta ahora...