jueves, 18 de diciembre de 2014

Tu cita favorita... (187)

Decía Einstein: "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio". Y cuánta razón tenía.

Cuando tienes todo preconcebido en tu cabeza. Cuando te duermes y ahí sigue, en mitad de la noche, atormentándote: Tu prejuicio.

Puedes intentar sacarlo de tu interior. A golpes, a razones... pero no sale. No sale, no saldrá. Todos los tenemos, normalmente, son malos. No conozco ni un solo buen prejuicio. Miento. Sí, conozco uno.

Prejuicios contra las personas, los sentimientos; ya sean tuyos o de los demás. Prejuicios de todo tipo. Se te meten dentro y adiós al resto. Adiós. Al resto.

Intenta quitarle a alguien una idea de la cabeza. Una idea que lleva pensando y transportando desde que tiene uso de razón, desde que es pequeño. Intenta, con todos tus besos, hacerle cambiar de opinión. O al menos, intenta que baraje otra. Inténtalo si te atreves. Esta última frase me ha recordado a esa película que siempre me gustó; que decidí ver un día por su título: "Quiéreme si te atreves" ("Jeux d'enfants"). Atreverse a algo implica, en parte superar un miedo; implica, en parte, superar un juicio preconcebido. Implica superar. Superar. Súper. Arg.



jueves, 11 de diciembre de 2014

Totó, si ya no estamos en Kansas, ¿dónde estamos? (243)

¿Que qué es esto? No tengo ni idea. No parece Kansas, pero tampoco Oz. Aunque me suena, no reconozco nada de lo que veo. Cuando me fui los árboles tenían hojas. Los perros no me miraban con cara de pena y no hacía tantísimo frío. Las farolas estaban encendidas y el viento te daba un respiro. La gente caminaba sin prisa y yo lo hacía hacia adelante. No olía a chimenea encendida ni tampoco a quemado. Olía tan bien. Se te metía tan dentro. Era tan distinto. Ahora da la sensación de que no te puedes fiar de nadie, es inhóspito. Me temo que lejos queda nuestro hogar, Totó. El que olía a flores, en el que nos gustaba estar. A casi todos al menos. Esto no parece Kansas porque ya nunca más lo será. Y en Oz los leones son cobardes, hay hombres de hojalata sin corazón y espantapájaros sin cerebro. En Oz todos buscan algo; quizás sea Oz. Quizás por eso haya aterrizado aquí y deba buscar coraje, sentimientos e inteligencia. Quizás. Pero recuerdo como era tener un hogar. Inevitablemente lo recuerdo. Y por mucho que repito que "se está mejor en casa que en ningún sitio" esto no funciona.

*Se aceptan números.


miércoles, 10 de diciembre de 2014

Si tuvieses una semana de vida... (37)


Me levantaría temprano cada día de esa semana, sobre las siete de la mañana. Me daría una ducha y saldría con Pepa al parque, con mi música, cada día. Una hora con ella jugando sin preocuparnos de nada más. Luego vendría a casa y escribiría algo a cada persona que de verdad me importa. Algo muy sincero, de esas cosas que se escriben cuando eres consciente de que solo tienes siete días más. A mi familia, a mis hermanas y a mis amigos. Algo que les agradezca haber llenado mi vida tanto. Algo que cuando ya no estuviese les siguiese llenando la suya. Una vez lo hubiese escrito, lo guardaría hasta el momento de darlo, uno a uno, por separado. Supongo que todo el mundo se merece el recuerdo de alguien especial solo con esa persona, así nunca nadie lo podrá recordar de una manera distinta. Y será su momento. Tampoco podría estar escribiendo todo el día, pero no son más de 25 personas en total; (25 de 448 contactos en whatsapp; da qué pensar...). Me encantaría ver una aurora boreal y las pirámides por la noche, iluminadas, y sentarme un rato y contemplarlas; pero no me daría tiempo (creo). El último día me encantaría levantarme tardísimo; estar todo ese día sin fumar y así que el último pitillo fuese bestial. Sería ideal que algún día lloviese a mares para estar bajo la lluvia un buen rato. Al tener siete días podría comer de antojos sin problema, como a mi me gusta (un arroz a banda, unos spaguettis, una pequeña mariscada improvisada en casa, jamón ibérico...), así sin pensarlo mucho. Bajaría a tirar unas canastas a la pista de abajo de mi casa, que llevo un par de años queriendo hacerlo y nunca lo hago. Recordaría a mi amigo (con muy mala memoria) dónde esparcirme, entre risas siempre; dándole la excusa que no le hace falta para viajar un poco. Intentaría que todo fuesen risas, la verdad. Que no doliese el abandono. Supongo que a eso dedicaría los siete días enteros. Dormiría poco, bebería lo normal. Daría algo mio, muy mio, a cada una de esas personas. Mi reloj, mis cuadernos, mi ordenador... Qué difícil. Me encantaría poder recordar siempre sus olores sin mezclarlos. Y llevarme eso.

*El número 37 ha empezado fuerte... (y difícil).


martes, 9 de diciembre de 2014

642 cosas sobre las que escribir


No hay cosa peor que no querer escribir lo que te sale escribir. Por eso tengo que buscar una alternativa y creo que la he encontrado. Me regalan libros que son ideas, quienes me quieren bien no desesperan.

He enumerado cada propuesta, me ha llevado un ratito (bien invertido). A la primera conclusión que he llegado es que no son 642. Son 644. O se han equivocado ellos (poco probable) o soy más de letras de lo que creía (lo siento papá).

Cada día un número. Cada día algo que contar. A ver qué sale. A ver si sirve.

Empiezo por el número 37, que nunca supe el porqué, pero siempre me ha rondado.