La última vez que escribí era el sol el que dejaba, a su paso, la luz en mi ventana...
Hoy lo hace la luna. Esa luna que nunca cambia. Esa que sigue siendo la misma que me hacía caer rendida en la cama intentando describirla a los que no eran, como yo, unos lunáticos...
Y de tanto mirar a la luna... De tanto tratar entenderla. De tanto contar a todos como era, una noche decidió hacerme un regalo:
Se despidió para siempre y me lo envió; el lucero que más brillaba y el que -cada noche- más de cerca la acompañaba...
Y desde aquel día; soy una chica con suerte. Una chica con estrella.