Calentarse la cara al calor de una vela puede ser un remedio, más o menos efectivo, para combatir el frío. Qué febrero más frío, por cierto. No hay manera de entrar en calor. Con su aire, con sus desaires, con todo. Con sus rincones en los que resguardarse. Febrero es frío, de siempre. ¿Pero tanto? La nariz helada, las manos frías... (y no sigáis el refrán... porque tengo el frío dentro).
Imaginaos que en pleno febrero, o diciembre o enero, caéis a un lago de agua helada... ¿cuántos días necesitaríais para volver a sentir el calor? Y me refiero al calor que calma, al que te hace cerrar los ojos porque estás realmente agusto. A ese calor. Al calor que hace tiritar. ¿Conocéis ese calor? Qué febrero más frío, mecachis. Llevo tanto tiempo sin tener frío de verdad que me voy a poner mala.
¿Sabéis? Yo es que nací en mayo. Con sus flores y sus cosas. No había copos, ni muñequitos de nieve. Y nací en Córdoba, qué en invierno bien, pero en primavera ya notas el calor. Qué frío, jolines.
Menos mal que febrero solo tiene veintitantos días y que luego llega marzo. Y después abril y mayo. ¿Y qué será de mi este nuevo mayo? Escalofrío. Qué frío. Miro cuadros de mi casa. Los leo. Los analizo. Y me lanzo un órdago en mitad de este frío desolador: "No abandones las ganas de hacer de tu vida algo extraordinario". Eso lo dijo Walt Whitman. Y yo me lo aplico.
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