Hace no mucho oíamos en la tele eso de: "uno puede irse pero no hacerse". Razón no le falta a Chus. Podemos irnos, reinventarnos, pero nuestra esencia es, fue y será siempre la misma. El caso es que el otro día, ensimismada en el movimiento de las llamas de mi vela, me dio por pensar... Y lo hice como siempre lo hago: intensamente. ¿Cuál es nuestro hogar? ¿Dónde está? Y, cómo no, ¿por qué a veces, estando bajo un techo, con un sofá, manta, cama y velas nos sentimos tan desprotegidos como sí viviésemos al relente? Y es que la mayoría de las veces el hogar no es material, más bien emocional. Hace muchos años pensaba en eso de que se puede vivir sin un duro. Puedes hacer ración de todo, menos de amor. Y con eso, incluso con hambre tirar para adelante. Bucólico, sí. Intenso, también (ya avisé). Me pregunto dónde está mi hogar, que no mi casa. Mi hogar. Busco para encontrar respuesta. Lo hago en la RAE. Su primera acepción: sitio donde se hace la lumbre, en las cocinas, chimeneas, hornos de fundición. Llegados a este punto quiero pedir un aplauso a los académicos por su falta de sensibilidad (luego dicen de los de ciencias...). Un cero para vosotros. Segunda acepción: casa o domicilio. Más de lo mismo... Tercera acepción (a ver si va la vencida): familia, grupo de personas emparentadas (que no enfrentadas) que viven juntas. ¡Vamos acercándonos! Dejo la RAE, que me desespero...
Mi hogar no tiene precio. Mi hogar es la calma de una mirada eterna; el calor buscado en un recoveco del cuerpo que te cuida y te quiere. El hogar es donde descansas, donde reposas, donde respiras a todo pulmón. Mi hogar es la caricia que te tranquiliza y te hace cerrar los ojos e imaginar. Mi hogar es proteger la mirada del sol que sale de buena mañana. Mi hogar, mi dulce hogar.
Y quizás nos preguntamos constantemente dónde está nuestro hogar, porque si no lo tienes, te sientes (a)hogar. Quizás porque sin esa mirada que parece nunca acabar, sin el calor que te ofrece ese recoveco en el más crudo invierno de enero, sin ese lugar donde respiras sin pensar en nada más, sin eso te (a)hogar(ías).
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