Decía Einstein: "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio". Y cuánta razón tenía.
Cuando tienes todo preconcebido en tu cabeza. Cuando te duermes y ahí sigue, en mitad de la noche, atormentándote: Tu prejuicio.
Puedes intentar sacarlo de tu interior. A golpes, a razones... pero no sale. No sale, no saldrá. Todos los tenemos, normalmente, son malos. No conozco ni un solo buen prejuicio. Miento. Sí, conozco uno.
Prejuicios contra las personas, los sentimientos; ya sean tuyos o de los demás. Prejuicios de todo tipo. Se te meten dentro y adiós al resto. Adiós. Al resto.
Intenta quitarle a alguien una idea de la cabeza. Una idea que lleva pensando y transportando desde que tiene uso de razón, desde que es pequeño. Intenta, con todos tus besos, hacerle cambiar de opinión. O al menos, intenta que baraje otra. Inténtalo si te atreves. Esta última frase me ha recordado a esa película que siempre me gustó; que decidí ver un día por su título: "Quiéreme si te atreves" ("Jeux d'enfants"). Atreverse a algo implica, en parte superar un miedo; implica, en parte, superar un juicio preconcebido. Implica superar. Superar. Súper. Arg.
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