Me mirabas poco confiada. No tenías ninguna seguridad en lo que estabas a punto de hacer. -Déjalo aquí-, te dije. -De verdad, lo prometo. No pasará nada. Déjalo aquí...-.
No hiciste nada. Seguimos hablando. Riendo. Pero no lo soltabas.
-A ver, déjame verlo-. Te intenté convencer. Me miraste dudosa y, entonces, aproveché la ocasión... -Tendré cuidado, de verdad...-.
Te fuiste relajando. Empezaste a extender los brazos, pero seguías sujetándolo como si te fuese la vida en ello. Extendí mis manos y me miraste. -De verdad. Déjamelo. Confía en mi...-. En ese momento lo pusiste en mis manos...
Estaba roto, pero latía con mucha fuerza.
Jo, niña, qué bonito...
ResponderEliminarMe ha recordado a un poemita que leí hace años. Algo así como:
"Tu corazón en mi puño, ese miedo
a tronchar el cuello del gorrión".
Gracias mi "muy querido". :)
ResponderEliminarque boniiiiiiiiiiitoooooooooooo!!
ResponderEliminarprecioso!!! buf....