Y les dirás a tus nietos que nunca te escribieron nada (pero mira qué feliz acabaste siendo). Que no fuiste inspiración de nada, ni de nadie. Que ninguna persona, al contacto con el amor, se volvió poeta contigo. Que nadie, al mirarte, pudo condensar en una palabra lo que sentía, y que tampoco lo logró con doscientas más. Que... aún así, no te importó (porque nunca lo hacía nada) no ser la primavera de ningún año, ni de nadie...
Que nadie nunca se desveló sintiendo la necesidad de escribirte, ni siquiera estando despierto. Les dirás que tú eras más de hacer y menos de sentir, o viceversa, y mira qué bien te ha ido. Y quizás tendrás razón, porque las palabras que no encuentran el camino no merecen ser recordadas, ni siquiera tenidas en cuenta... Y tus nietos te mirarán y cuando se hagan mayores se darán cuenta de que su abuela, efectivamente, era la flor más bonita, la más radiante y la que mejor reflejaba la llegada de la primavera... Pero... No sabía leer.
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